Publicado por
RedesIB el 14 de Abril de 2016 a las 11:42am
Cuatro centros que utilizan metodologías educativas alternativas a la
tradicional han erradicado (o nunca tuvieron) las tareas en casa.
Hubo un tiempo, no tan lejano, y desde luego mucho menos moderno, en el
que los deberes escolares estaban prácticamente prohibidos. Por ley. El
18 de octubre de 1973 el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba una
resolución del Ministerio de Educación y Ciencia que establecía en su
primer punto que “los programas de los centros serán elaborados de forma
que eviten como norma general el recargo de actividad de los alumnos
con tareas suplementarias”.
Consideraba el ministerio que “la extensión y naturaleza de estas
actividades no han sido, ni son, las más adecuadas para la correcta
formación de los educandos”. Aquel principio se abandonó con las nuevas
leyes educativas y hoy en día los deberes son un elemento más del
sistema educativo prácticamente desde la etapa de infantil. Se asumían
como necesarios, casi nadie se cuestionaba su utilidad y/o conveniencia.
En los últimos tiempos se ha reabierto el debate. Las familias
agrupadas en Ceapa, la confederación estatal laica de Ampas, no los
quieren. Han pedido que se retiren por sistema para las edades más
tempranas porque, afirman, generan desigualdad, consumen las horas
libres de los menores, crean conflictos familiares… No son los únicos.
Hay profesores que también prefieren no ponerlos, y colegios enteros que
están mudando hacia una metodología que excluye las tareas en el hogar
por sistema o al menos cambia mucho cómo se enfocan.
Prohibido hacer deberes
Uno de los casos más extremos es el del CEIP Aguamansa, un centro
público canario que incluyó en su proyecto educativo -la guía que marca
el trabajo y objetivos de un colegio- que no se pondrían deberes a los
alumnos. Ninguno. “Los niños ya pasan suficientes horas en el colegio
para ir a casa y no poder dedicar tiempo a oras actividades
importantes”, explica al otro lado del teléfono Cristina Albelo, su
directora. Esta docente cree que el problema es que “el currículum es
tan grande, tan amplio, que no da tiempo a darlo en clase”.
Para esquivar este escollo, en el madrileño colegio Manuel Nuñez de
Arenas decidieron cambiar toda la metodología del centro y abrazar el
aprendizaje por proyectos, cambio que posibilitó (e implicó) obviar los
deberes. “Los libros de texto son los que marcan los deberes”, empieza
Isabel Vizcaíno, maestra en el centro. “Haces un tema en clase y los
ejercicios que no da tiempo a completar se mandan para casa. Nosotros
apostamos por eliminar los libros de texto y al no tenerlos no se mandan
deberes”, explica. Al menos no al estilo tradicional. Alguna actividad
puede caer, pero del tipo buscar una información en internet o hacer una
manualidad.
Algo similar ocurre en la red de centros Amara Berri, en Euskadi.
Estos colegios desarrollaron su propia metodología educativa trabajando a
través de lo que denominan “contextos” (áreas de aprendizaje por las
que los alumnos van pasando y trabajando en grupos), que solo contempla
los deberes como último recurso en caso de necesidad concreta de algún
alumno. “Los deberes sistemáticos generan más diferencias. Para quien
vaya bien harán que avance más. Para quien vaya mal, seguramente sea una
forma de hundirlo”, ilustra Marivi Gorosmendi, jefa de estudios. En
Amara Berri, cuando ocasionalmente se pone alguna tarea, “se consensúa
con la familia y se le explica qué rol deben jugar. No queremos que sea
una carga para las familias”, añade. Las tareas en el hogar aparecen
algunas cosas mecánicas, “pero con el objetivo de que vayan planificando
de cara a la secundaria”.
Mejor tareas domésticas
Es básicamente lo mismo que sucede en el colegio Montessori Palau de
Girona. Este centro, que sigue los dictados de la pedagoga y científica
(y largo etc.) italiana Maria Montessori, prefiere que las familias se
dediquen a “dar autonomía a sus hijos, no las tareas. Que les den tareas
y responsabilidades en casa a los niños, que les traten como mayores”,
explica Montse Julià, su directora. Habla de poner la mesa, ayudar en
casa, poner lavadoras. Académicamente, “lo más importante es que
acompañen a los niños en la lectura, que les encante leer”. Como en
Amara Berri, los deberes quedan como algo excepcional para aquellos
menores que puedan tener alguna dificultad.
Un elemento común en estos centros, obviamente cuatro entre muchos
pero ejemplos de que otra aproximación a los deberes es posible, es que
abandonaron la metodología tradicional para probar otras vías de
enseñanza-aprendizaje. El trabajo por proyectos y teniendo en cuenta la
teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner en el Aguamansa,
también los proyectos del Nuñez de Arenas, los contextos de Amara Berri
o el sistema Montessori no utilizan los libros de texto como
herramienta fundamental (si es que llegan a estar en el aula) de las
clases y los currículums se afrontan desde otra perspectiva que las
unidades didácticas.
Vizcaíno reflexiona al respecto. “Ha habido mucha presión Los
profesores hemos tenido parte de culpa en todo esto. Pero las
editoriales también han hecho mucho daño porque nos ofrecían muchas
cosas, por ejemplo material informático, y nos comprometíamos a trabajar
con ellos durante varios años. ¿Qué ha generado todo esto? Que al final
se trabaja con libros, los padres los han comprado y exigen que se
utilicen. Se ha hecho muy cómodo” para el profesor.
Albelo, de Aguamansa, señala directamente a la ley. “Pide a los niños
que manipulen, observen, contrasten. Y luego ponen un currículum muy
extenso, es incongruente, no hay tiempo. Necesitamos priorizar los
temas”, defiende. Un ejemplo de lo que dicen Vizcaíno y Albelo: un
alumno puede tener siete libros de texto con diez temas cada uno y 20
ejercicios por unidad. Es complicado que llegue a todo. “Y los padres no
son responsables de esto”, señala la directora canaria. Como sostiene
Julià y piensan muchos más, “si los deberes son tan importantes, ¿qué
hacen los niños tantas horas en el colegio?”.
Cuatro centros que utilizan metodologías educativas alternativas a la
tradicional han erradicado (o nunca tuvieron) las tareas en casa.
Hubo un tiempo, no tan lejano, y desde luego mucho menos moderno, en el
que los deberes escolares estaban prácticamente prohibidos. Por ley. El
18 de octubre de 1973 el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba una
resolución del Ministerio de Educación y Ciencia que establecía en su
primer punto que “los programas de los centros serán elaborados de forma
que eviten como norma general el recargo de actividad de los alumnos
con tareas suplementarias”.
Consideraba el ministerio que “la extensión y naturaleza de estas
actividades no han sido, ni son, las más adecuadas para la correcta
formación de los educandos”. Aquel principio se abandonó con las nuevas
leyes educativas y hoy en día los deberes son un elemento más del
sistema educativo prácticamente desde la etapa de infantil. Se asumían
como necesarios, casi nadie se cuestionaba su utilidad y/o conveniencia.
En los últimos tiempos se ha reabierto el debate. Las familias
agrupadas en Ceapa, la confederación estatal laica de Ampas, no los
quieren. Han pedido que se retiren por sistema para las edades más
tempranas porque, afirman, generan desigualdad, consumen las horas
libres de los menores, crean conflictos familiares… No son los únicos.
Hay profesores que también prefieren no ponerlos, y colegios enteros que
están mudando hacia una metodología que excluye las tareas en el hogar
por sistema o al menos cambia mucho cómo se enfocan.
Prohibido hacer deberes
Uno de los casos más extremos es el del CEIP Aguamansa, un centro
público canario que incluyó en su proyecto educativo -la guía que marca
el trabajo y objetivos de un colegio- que no se pondrían deberes a los
alumnos. Ninguno. “Los niños ya pasan suficientes horas en el colegio
para ir a casa y no poder dedicar tiempo a oras actividades
importantes”, explica al otro lado del teléfono Cristina Albelo, su
directora. Esta docente cree que el problema es que “el currículum es
tan grande, tan amplio, que no da tiempo a darlo en clase”.
Para esquivar este escollo, en el madrileño colegio Manuel Nuñez de
Arenas decidieron cambiar toda la metodología del centro y abrazar el
aprendizaje por proyectos, cambio que posibilitó (e implicó) obviar los
deberes. “Los libros de texto son los que marcan los deberes”, empieza
Isabel Vizcaíno, maestra en el centro. “Haces un tema en clase y los
ejercicios que no da tiempo a completar se mandan para casa. Nosotros
apostamos por eliminar los libros de texto y al no tenerlos no se mandan
deberes”, explica. Al menos no al estilo tradicional. Alguna actividad
puede caer, pero del tipo buscar una información en internet o hacer una
manualidad.
Algo similar ocurre en la red de centros Amara Berri, en Euskadi.
Estos colegios desarrollaron su propia metodología educativa trabajando a
través de lo que denominan “contextos” (áreas de aprendizaje por las
que los alumnos van pasando y trabajando en grupos), que solo contempla
los deberes como último recurso en caso de necesidad concreta de algún
alumno. “Los deberes sistemáticos generan más diferencias. Para quien
vaya bien harán que avance más. Para quien vaya mal, seguramente sea una
forma de hundirlo”, ilustra Marivi Gorosmendi, jefa de estudios. En
Amara Berri, cuando ocasionalmente se pone alguna tarea, “se consensúa
con la familia y se le explica qué rol deben jugar. No queremos que sea
una carga para las familias”, añade. Las tareas en el hogar aparecen
algunas cosas mecánicas, “pero con el objetivo de que vayan planificando
de cara a la secundaria”.
Mejor tareas domésticas
Es básicamente lo mismo que sucede en el colegio Montessori Palau de
Girona. Este centro, que sigue los dictados de la pedagoga y científica
(y largo etc.) italiana Maria Montessori, prefiere que las familias se
dediquen a “dar autonomía a sus hijos, no las tareas. Que les den tareas
y responsabilidades en casa a los niños, que les traten como mayores”,
explica Montse Julià, su directora. Habla de poner la mesa, ayudar en
casa, poner lavadoras. Académicamente, “lo más importante es que
acompañen a los niños en la lectura, que les encante leer”. Como en
Amara Berri, los deberes quedan como algo excepcional para aquellos
menores que puedan tener alguna dificultad.
Un elemento común en estos centros, obviamente cuatro entre muchos
pero ejemplos de que otra aproximación a los deberes es posible, es que
abandonaron la metodología tradicional para probar otras vías de
enseñanza-aprendizaje. El trabajo por proyectos y teniendo en cuenta la
teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner en el Aguamansa,
también los proyectos del Nuñez de Arenas, los contextos de Amara Berri
o el sistema Montessori no utilizan los libros de texto como
herramienta fundamental (si es que llegan a estar en el aula) de las
clases y los currículums se afrontan desde otra perspectiva que las
unidades didácticas.
Vizcaíno reflexiona al respecto. “Ha habido mucha presión Los
profesores hemos tenido parte de culpa en todo esto. Pero las
editoriales también han hecho mucho daño porque nos ofrecían muchas
cosas, por ejemplo material informático, y nos comprometíamos a trabajar
con ellos durante varios años. ¿Qué ha generado todo esto? Que al final
se trabaja con libros, los padres los han comprado y exigen que se
utilicen. Se ha hecho muy cómodo” para el profesor.
Albelo, de Aguamansa, señala directamente a la ley. “Pide a los niños
que manipulen, observen, contrasten. Y luego ponen un currículum muy
extenso, es incongruente, no hay tiempo. Necesitamos priorizar los
temas”, defiende. Un ejemplo de lo que dicen Vizcaíno y Albelo: un
alumno puede tener siete libros de texto con diez temas cada uno y 20
ejercicios por unidad. Es complicado que llegue a todo. “Y los padres no
son responsables de esto”, señala la directora canaria. Como sostiene
Julià y piensan muchos más, “si los deberes son tan importantes, ¿qué
hacen los niños tantas horas en el colegio?”.