Una hora de entrevista con el periodista dio para este titular que ha despertado controversia, como no podía ser menos: La dependencia del libro de texto sigue siendo uno de los grandes males de la educación.
Seguramente a lo largo de la entrevista hablamos de otros muchos males;
algunos aparecen en esta entrevista que Juanma Rodríguez, del Diario
Sur de Málaga, tuvo a bien hacerme hace unos días, y que salió publicado
en Internet el pasado 11 de abril. En formato papel había aparecido
unos días antes, pero sin duda el impacto ya no es el mismo.
Es
significativo que esta sea la síntesis, ya que da idea hasta donde está
arraigado en nuestra cultura escolar el uso del libro de texto como una
referencia para el estudio y, si puede ser, de paso el aprendizaje. Se
ha convertido en una herramienta casi que única e imprescindible, sin la
que los maestros y maestros parecerían desprovistos de sus utensilios
de trabajo. En realidad es la revés, el uso del libro de texto como
exclusivo y referente principal de la tarea de casa es uno de los
factores de desprofesionalización más importante de nuestro sistema
educativo. El libro de texto, proletariza al docente (en el uso negativo
del término) ya que le hace perder el control de los medios y de los
fines de su trabajo. Lo cual equivale a que su tarea se reduce a una
mera administración de algo ajeno a él mismo. La comunidad educativa
debería reflexionar sobre esto, y a ello invito en esta entrevista.
Uno
de los comentarios más utilizados por sus detractores es el negocio que
representa para las editoriales. En mi ánimo no está quitar el salario a
un trabajador quitándole productos del mercado, pero sí pediría un
esfuerzo de imaginación a los que diseñan materiales educativos para
pensar otros formatos. Recursos más diversos, abrir ventanas al
conocimiento del mundo a través buenos materiales audiovisuales o
digitales (incluso en papel), diseñar materiales al servicio del docente
y no que pongan al docente a su servicio... Creo que son alternativas
que deberían considerar. Los docentes deben recuperar la iniciativa y
tomar el control de su actividad profesional. Lo cual no significa
acordar las tareas del libro que tocan cada día, o ver que actividades
extraescolares se pueden diseñar para cada trimestre. Y creo que están
preparados para ello, pero en buena parte, han renunciado para poder
cumplir con la losa administrativa, entre otras razones. Pero este es
tema para otro debate.
Por
otro lado, es diseño actual de los libros de texto resulta atractivo,
ya que cuenta con buenos diseñadores que manejan bien las técnicas de
edición; faltaría más. Pero también es verdad que han reducido el
conocimiento a síntesis hechas que simplifican el sentido y el
significado de su valor. Estable lo que hay que estudiar (unos pocos
párrafos o definiciones), define una secuencia de actividades
preestablecida que el alumnado tiene que seguir; añade información tipo
anécdotas o pequeños relatos a los que cuesta encontrar significado...
Es difícil para alumnado standard (por seguir la jerga oficial al uso)
conseguir elaborar una visión de conjunto, relevante, capaz de ayudarle a
dar sentido a su realidad. Mas bien se aprende a responde a los
exámenes, también marcados en muchos caso, o a tareas mecanizadas.
Un
alumnado que no investiga, que no indaga, que no siente curiosidad por
lo que hace, ni se implica en ello, es un alumnado fracasado, aunque
saque 10 en las evaluaciones. Un alumnado que no se pregunta por la
vida, por la sociedad, por sus compañeros, por la naturaleza, es un
alumnado ignorante, aunque obtenga el máximo en las pruebas
estandarizadas. Un alumnado que no se siente feliz en la escuela es una
vida en riesgo.
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